viernes, 25 de septiembre de 2009

Gris ceniza


Jueves de exploración en la Complutense
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Debo de reconocer que ayer disfruté mucho corriendo. La tarde soleada tuvo gusto a atletismo, a historia, a romanticismo y tiempos lejanos cuando el atletismo se vivía de otra manera. Desde hace tiempo sabía la existencia de una pista de atletismo de ceniza en la Universidad Complutense. Por casualidad, el otro día pude verla a través de Google map, y ayer tocó excursión por la Ciudad Universitaria en su búsqueda. Las expectativas se cumplieron con creces. Con 300 metros de longitud, la pista gris trae recuerdos de otra época que parecen retenidos en su ceniza o en la vieja campana que aún se conserva y desde la que el juez señalaba la última vuelta. Aire a Carros de Fuego, a aquellas primeras competiciones antes de la llegada del tartán. Por entonces cada corredor cavaba un hoyo con una pequeña pala para ayudarse en la salida. Aroma a historia y pasado.

Lo que no sabía era que la entrada era libre. Disfruté mucho. Un par de vueltas. No era difícil imaginarse otros tiempos. Lo incluyo como sitio de paso frecuente. Desde las primeras olimpiadas de la época moderna, en Atenas, se conserva el estadio olímpico. Ni más ni menos que el estadio Panathinaiko que nos espera impaciente. En tiempos antiguos se utilizó para acoger las pruebas atléticas de los Juegos Panatenaicos en honor a la diosa Atenea. Reconstruido sobre su emplazamiento original en 1895 para aquellos primeros juegos olímpicos, ha vuelto a ser restaurado para las olimpiadas de 2004. Su pista en forma de U, rodeada de mármol blanco del monte Pentélico, sigue siendo gris, como lo fue desde 1895. Antes la pista era de ceniza, ahora el tartán recuerda con su color grisáceo épocas pasadas.

Ayer en Madrid disfruté mucho corriendo por la pista de ceniza de la Complutense. Imaginando tiempos pasados. Soñando con Carros de Fuego. Soñando con Atenas y la próxima pista gris que nos espera.

Después continué la exploración. Ahora buscaba una pista de atletismo moderna. Debajo del Consejo Superior de Deportes, los grandes focos hacían de faro. Aquí la puerta si que estaba vigilada. Vi que dos chicos entraban trotando. Les seguí. Ya dentro me di cuenta que me había metido en la residencia Joaquín Blume. Sobre el tartán muchos atletas entrenaban. Entre los que pasaban a mi lado, Reyes Estévez era el más reconocible. Del resto apenas me pude fijar. Corretee por fuera de la pista y me marché antes de que me llamasen la atención. ¡Dentro de la Blume! ¡Reyes Estévez! La tarde no podía ser más provechosa para mi parte “friki”, o romántica, mejor dicho.

De vuelta a casa volví a pasar junto a la pista de ceniza. Aquellos maravillosos años. Los maravillosos años que nos esperan. El resto, los tranquilos 65 minutos rutinarios. Eso al final fue lo de menos.

3 comentarios:

Javi dijo...

Que suerte mas grande poder correr por esas pistas. Cuando ves a mas gente corriendo te animas mas y el esfuerzo parece menor.

Y de friki nada, me apunto mas a romantica disfrutando de esa pista y de recuerdos de pelicula.

Se echaba en falta tus relatos en este blog, estos relatos tan misteriosos y tan entretenidos

Pepemillas dijo...

Querido Miguel... esta vez te has lucido.
No te imaginas el pellizco que le has metido a mi nostalgia. ¡Hasta la médula!

Esa pista la conozco yo. Corrí en ella entre los 18 y los 20 años. Te hablo de finales de los 70 y principios de los 80.

Ibamos mañanas enteras en verano mi sobrino y yo. Pocos años de diferencia entre nosotros.
En la recta del murete que se ve en una de las fotos, teniamos nuestros piques de 100 metros. Era una ilusión correr allí.

Con el paso de los años he vuelto muchas veces sorprendiendome de que aún la conserven. ¡Y muy bien por cierto!

¡Qué años aquellos! Fue antes de correr mi primera carrera popular, la primera edición de la Carrera del Agua del Canal de Isabel II. Nos pillaba muy cerca de casa. Vivíamos por entonces cerca de Cuatro Caminos. Bajabamos andando por Islas Filipinas hasta la C.U.

Bueno, oye, lo dejo que esto ya es un post más que un comentario.

¡Qué puntazo, amigo! ¡Qué puntazo te has marcado!

Gracias te doy porque me lo tomo como algo muy personal. Tengo que llevar allí a mis hijas algún día.
Tiene encanto esa pista.

Miguel dijo...

Muchísimas gracias a ti Pepe. Me ha hecho muchísima ilusión leer tu comentario.

Desde luego tiene encanto esa pista. Mucho. Y más si se acompaña de un pasado personal, como tu caso. También a mi me sorprendió que se conserve, y encima en tan buen estado. Esperemos que siga así mucho tiempo.

Es curioso. Cuando corría por allí yo también pensé que ese sería el lugar al que me gustaría llevar algún día a mis hijos (cuando los tenga, claro...). No dejes de llevar a las tuyas. Cuando hay una historia personal es cuando realmente es especial. Un día soleado de otoño sería estupendo.

Gracias por tu comentario,

un saludo

Miguel