viernes, 27 de marzo de 2009

Historias del Viejo Madrid (II)


Muchas veces realidad y ficción se entremezclan, uniéndose leyendas, creencias populares e historia hasta el punto en que es imposible averiguar donde termina una y dónde comienza otra.

En los Jardines de Buen Retiro, sobre el solar que ocupaba la Fábrica de Porcelanas de la China, destruida durante la Guerra de la Independencia en 1813, se levanta la Fuente del Ángel Caído, en la actual glorieta a la que la fuente da nombre y donde confluyen tres vías asfaltadas del parque: el Paseo del Duque Fernán Núñez, el de Cuba y el de Uruguay.

El lugar, por su simbolismo y leyenda, constituye uno de los puntos más inquietantes y curiosos de la ciudad de Madrid, visita obligada para los turistas que llegan a la capital. Y es que Madrid es la única ciudad del mundo que tiene una estatua dedicada al diablo, lo que desde su construcción ha hecho volar la imaginación de los visitantes.

Realizada por Ricardo Bellver e inaugurada en 1885, fue realizada por encargo del Duque Fernán Núñez, quién tuvo que enfrentarse a la protesta de sus coetáneos. El monumento representa la escena de la expulsión del Paraíso, y en ella aparece Luzbel desterrado, y encarnando el espíritu del mal que le domina.

Sobre un pedestal de granito con forma de pirámide truncada que exhibe en su cuerpo inferior ocho carátulas del diablo emparejadas en dos grupos de cuatro que sujetan con sus manos serpientes, lagartos y delfines, descansa la escultura de Luzbel caído sobre las rocas, y la tensión de su rostro se ve reforzado por el movimiento de cada uno de sus músculos sometidos a la presión que ejerce una serpiente en su cuerpo, conformado un conjunto de tensión, expresividad y dramatismo.

Todo el conjunto monumental se levanta sobre la estructura de una fuente con un amplio pilón.

Además, quizás debido a la casualidad, o quizás por premeditación, la glorieta se encuentra a una altitud de 666 metros sobre el nivel del mar, lo que ha terminado de despertar la imaginación de los aficionados al esoterismo.

Un lugar cuando menos inquietante dominado por la expresividad del ángel contorsionado con las alas desplegadas, quizás dedicado al mal, quizás cerca del diablo, pero seguro para nosotros cerca del Paraíso, pues allí estará el final de la carrera, justo después de que bordeemos dos veces la fuente del Ángel Caído.


Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado

(Milton, El paraíso perdido, canto I).
[

No hay comentarios: