viernes, 3 de octubre de 2008

El libro de las ilusiones

Existen
llamaradas de lluvia en los faroles
de algún amanecer, mientras corremos,
en una edad cualquiera de la vida
a partir de los veinte. Yo no sé
si recordáis la sombra de los coches
junto a la madrugada. Entre vosotros,
solo
en la resaca torpe del deseo,
he conocido un mundo imaginario
de luces y destellos,
con la ciudad indecisa todavía
decorando la escena perfecta del regreso
como una consecuencia de atardecer unidos
cada día más cerca de nosotros.

“Para ser leido muchos años después”
- Luís García Montero –


Querido diario…

cuenta la gente que anoche una sombra vestida de rojo y negro se arrastraba por el Retiro…

después de la media horita del martes, estoy tan fuera de forma que ayer tocaba día de dolor de abductores, agujetas y mal cuerpo… ¡y eso que salí eufórico! Las cosas no pueden ir mejor. De vez en cuando tengo que pellizcarme porque parece mentira que todo esté siendo verdad. En menos de dos meses, todos los sueños y las ilusiones de tantos años están cumpliéndose. Por fin compartir ciudad y casa con Cris, la boda, tocar el saxo y ahora el maratón. Feliz. Eufórico y feliz. Y hoy comienzo de vacaciones y mañana a Bratislava a ver a Letes.

Esa alegría se nota al salir a correr. Estados de ánimo. Pero el cuerpo aún no está para muchos trotes y lo que tocaba era dolor de piernas y sufrir alrededor del estanque del Retiro. 25 minutos fueron suficiente. Poco a poco.

En el mp3, desde la carpeta de cantautores, una de mis canciones preferidas:



Pequeño Rock and Roll
- Quique González, con Enrique Bunbury -
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("El libro de las ilusiones" da título a una novela de Paul Auster)

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