jueves, 30 de julio de 2009

Cien días


Frente a las ruinas del templo de Hera, en la antigua Olimpia, los primeros rayos de sol del día encienden la hoguera de la que saldrá la llama de la antorcha olímpica. Las sacerdotisas de Hestia inician su ritual, y la antorcha llevará el fuego desde la ciudad sagrada al estadio donde se celebrarán las olimpiadas. Así se realiza durante los Juegos Olímpicos de la Edad Moderna. En la antigüedad clásica, en la ciudad de Olimpia, una llama permanecía siempre encendida en el templo de Hestia, reflejo del carácter sagrado del fuego. Al comienzo de los Juegos, un atleta llevaba el fuego mediante una antorcha para encender el altar del sacrificio. El fuego se mantenía entonces encendido durante los Juegos como homenaje a Zeus.

Hoy, bajo sus túnicas blancas las sacerdotisas se han reunido para garantizar la pureza del fuego. La hoguera se ha encendido, y la antorcha comienza su viaje de cien días. Nuestro viaje. Nuestros cien días. El fuego, al igual que Zeus, nos acompañarán en nuestro largo caminar.

Quedan cien días para seguir soñando, para no querer despertarnos. Quedan cien días para perdernos en Grecia, para atrapar amaneceres en Delfos, para correr en Olimpia y luchar en Micenas. Quedan cien días para perseguir a Pericles en Atenas. Aún nos quedan cien días para disfrutar sufriendo, para entrenar, para seguir conociéndonos. Quedan cien días para convertirnos en unos ganadores, para soñar con la victoria cuando pasemos por debajo del túmulo a los soldados atenienses en Marathon. Quedan cien días para emocionarnos en el estadio Panathinaikos. Quedan cien días para disfrutar, para vivir la aventura. Para luchar entre dioses y héroes en la Iliada, para regresar con Ulises a Ática, para viajar con Heródoto o tomarnos un café con Platón y Aristóteles. Quedan cien días para aprender, para viajar, para disfrutar por adelantado de las vacaciones. Quedan cien días para seguir enamorándonos, para sonreír al apagar la luz de la mesilla cada noche a tu lado, para vivir cada instante, cada detalle. Quedan cien días para vivir nuestro sueño, para convertirnos en maratonianos. Quedan cien días durante los cuales la antorcha permanecerá encendida.

Ya sólo quedan cien días.
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Un extraño encanto se desprende de la montaña que, al atardecer, tiene la belleza del otoño. El alpinista es quién conduce su cuerpo allá dónde un día sus ojos lo soñaron.
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Gaston Rébuffat, montañero y escritor

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