

Camino de Atenas
Me encanta que Nueva York suene a jazz. Que sigan pasando los taxis amarillos. Me encanta que la ciudad huela a café, a comida en cada esquina. Me encanta compartir esta cookie contigo. Me encanta no cansarme de mirar hacia arriba y cogerte de la mano.
(paseo por Broadway la última tarde)
BLUE NOTE
EN verano sólo la paz. La
literatura es casi un secreto. La
música un bálsamo.
Y luego las olas.
Me aferro a la realidad igual que mi recuerdo busca tu mirada y mi cuerpo tu abrazo cálido junto a la almohada. Igual que la luz apagada ilumina este club me agarro al rápido caminar de los compases y los solos del saxofón y la batería, que se retan, se persiguen, se buscan hasta agarrarse y bailar juntos a ritmo de jazz. Apuro una cerveza y luego una ginebra mientras espero a aplaudir, igual que mis labios esperan el roce con tu rostro. Me aferro a la realidad, al instante, que al igual que esta música se va para no volver.
TOM COLLINS
Llegado este punto ni siquiera alcanzaba a recordar que era lo que hacía allí.
No conseguía recordar a quién perseguía. O que era lo que perseguía.
Tom Collins yacía tumbado en la cama de la habitación en la que se había alojado. El sofocante calor del trópico en verano apretaba afuera. Adentro, el acompasado movimiento de las aspas del viejo ventilador que colgaba en el techo sobre la cama y las líneas rectas de luz sobre la pared que pasaban a través de la persiana a medio bajar.
Hacía calor. Mucho calor. Y la asfixiante humedad de los mares del Caribe. Sin embargo, a pesar de la sensación de vacío, se notaba en calma. Había encontrado el mar. El siempre necesario mar. Ya vería que hacer los días siguientes.